miércoles, 11 de marzo de 2015

Manifiesto por los bosques



1. Reflexiones y datos previos
Cuando los humanos se asentaron en el territorio, cambiaron la caza y la recolección por la agricultura y ganadería como modo de vida, con lo que empieza el primer asalto a los bosques del planeta. Caen los de los climas más cómodos para la vida humana (gran parte del sur de Asia y de Europa).
Las guerras, la metalurgia, la mejora de las herramientas y de los edificios, etc., van suponiendo una capacidad creciente de desforestación; también los fuegos para promover pastos y para ampliar los cultivos. El éxito de esta civilización supone unos grandes aumentos demográficos y la consiguiente necesidad de más materias primas, que inciden en más desforestación (segundo asalto).

Fig. 1

La reciente tecnología, mecanización, capacidad de moverse por el planeta y acceder a todos sus rincones, unida a una demografía exponencial, han llevado a la desaparición de todos los bosques primarios del área templada (Norteamérica media, Europa media y meridional y Asia Media), unido a la pérdida de las ¾ partes de los bosques tropicales (África central, Sureste de Asia, América tropical) y más de la mitad de la taiga boreal (tercer asalto).
Hay casos particularmente sangrantes, donde las pérdidas afectan a cerca del 90% o más (islas tan significativas como Madagascar, Java, Sumatra o Nueva Zelanda).
En la Europa templada, en su mayoría de clima suave, se observa bastante arbolado, aunque en forma de pequeños bosquetes, con biodiversidad muy limitada y estructura deficiente (bosques secundarios).

Fig. 2

En la Europa seca, como la franja mediterránea, esos bosquetes son mucho más laxos y pobres. Es el caso de nuestro país, donde vemos masas forestales algo presentables en las montañas que rodean los valles de los 4 ríos principales (fig. 3).

 Fig. 3

El paisaje normal que se ve desde el aire es: grandes llanos completamente parcela­dos y humanizados (sin bosques, sin árboles, sin un metro cuadrado público por donde pasear) y áreas de montaña menos parceladas, menos humanizadas, con muchos sitios por donde pasear (al sol), casi siempre desforestadas (fig. 4).
 
Fig. 4a: zona litoral, 4b: zona de montaña

En esta situación nos quedan dos opciones: observar impasibles la llegada del cuarto y último asalto a los bosques del planeta o decidir que lo más importante que tenemos que hacer en el resto de nuestras vidas –aparte de atender a la familia, amistades y trabajo- sea comprometerse con otros que compartan este sentimiento, para que esto no suceda.

No se necesita ser científico o botánico para ello. Yo lo soy, pero no escribo este texto como científico sino humano que ama la naturaleza, las plantas, los animales, las  montañas, los bosques…; que valora la suerte de vivir en un planeta rico en vida como éste como la mayor de las fortunas y que deplora cada parcela de bosque o cada especie que se pierde como la peor de las desgracias. Que asiste atónito al espectáculo diario de ver arrasar unos bienes de valor incalculable y cuya pérdida es irreversible, a cambio de unas monedas o simplemente porque estorban a unas personas que desean poner allí plantaciones de soja, palma de aceite, rebaños de ganado, urbanizaciones, etc.
Hasta ahora veía esta situación y me lamentaba de ella, pero pensaba que estábamos sometidos a inercias, desidias, intereses creados y grupos muy poderosos que iban a hacer imposible invertir esta situación, por lo que no veía la oportunidad ni utilidad de mover algo así.
Pero los datos que nos llegan día a día son tan contundentes que creo que no es momento de pensar si “podemos” o no, es momento de decidir que “debemos” hacer algo. Mientras, los medios de comunicación se lamentan de un hipotético “cambio climático” y se dedican inversiones multimillonarias para la “lucha” en su contra, al tiempo que procuran sutilmente que todas las reivindicaciones medioambientales se concentren en un concepto abstracto (clima), dependiente de factores que la humanidad no controla (ciclos solares), dejando de lado las cuestiones concretas que afectan a su principal problema: la pérdida de los bosques y la biodiversidad (son los bosques, estúpido).

Para no quedarse en una mera crítica de la situación actual, propongo unos principios de partida (que pueden ampliarse y matizarse según propuestas posteriores de quienes deseen participar) y unas propuestas de acción conseguir que esos principios se respeten.

PRINCIPIOS
1. Lo más valioso de este planeta es la vida que alberga, necesaria e insustituible.
2. De esa vida son los bosques su mejor expresión y la que produce mayores riquezas y recursos.
3. Esos recursos son renovables, pero sólo si se aprovechan sin destruir el bosque que los produce.
4. Muchos de los recursos que ofrecen son cualitativos y tienen un altísimo valor aunque no se puedan pesar o vender (limpieza del aire, captación y retención aguas, génesis de suelos, etc.).
5. El valor de los bosques y de los árboles que los forman es incalculable. Mayor que si fueran de oro.
   Son imprescindibles para la vida (el oro no), pero los arrancamos sin más, si alguien ofrece algo de dinero por sus despojos o por ocupar su terreno.
   Se les trata como si fueran bienes superfluos (ej.: en caso de urbanizaciones), objetos molestos (ej.: carreteras), un puñado de celulosa (papel) o mero combustible (leña).
1. Urge preparar un plan de recuperación de los bosques y ponerlo en práctica.
    En nuestro país no quedan bosques primarios.
    Los secundarios pueden ocupar cerca del 10%.
    Los bosques y bosquetes terciarios cerca del 25%.
    Del resto una parte son terrenos urbanos o agrícolas, pero la mayoría son terrenos quemados, erosio­nados, desertificados

2. Hay que revalorizar el concepto de bosque cabecero (zonas de montaña), esencial para frenar la erosión y para asegurar la captación y adecuado encauzamiento de las aguas.
3. Tanto la ganadería como la megafauna herbívora debe estar sujeta a control para evitar daños irreparables en los bosques y en los suelos, sobre todo en años de sequía.
4. Es necesaria una cultura del aprovechamiento racional de los recursos renovables del bosque.
5.  Son necesarias actuaciones urgentes en zonas erosionadas o desertizadas
   -  Señalar  en mapa todos los terrenos erosionados o desertificados.
   -  Protegerlos de toda agresión o extracción de recursos (ej.: pastoreo).
   - Llevar a cabo actividades que tiendan a la pronta recuperación de sus suelos.
6.  Los Parques Naturales (nacionales, regionales, comarcales, municipales) y las microrreservas son sistemas muy eficaces para proteger la naturaleza. Deberían quedar recogidas bajo estas figuras todas las zonas de montaña poco habitadas y las áreas costeras más amenazadas.
Es más práctico declarar muchos de tamaño mediano (como un municipio) que pocos muy grandes.

Gonzalo Mateo, 17-I-2015

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