1. Reflexiones y datos previos
Cuando los humanos se asentaron en el territorio,
cambiaron la caza y la recolección por la agricultura y ganadería como modo de
vida, con lo que empieza el primer asalto a los bosques del planeta. Caen
los de los climas más cómodos para la vida humana (gran parte del sur de Asia y
de Europa).
Las guerras, la metalurgia, la mejora de las
herramientas y de los edificios, etc., van suponiendo una capacidad creciente
de desforestación; también los fuegos para promover pastos y para ampliar los
cultivos. El éxito de esta civilización supone unos grandes aumentos
demográficos y la consiguiente necesidad de más materias primas, que inciden en
más desforestación (segundo asalto).
Fig. 1
La reciente tecnología, mecanización, capacidad de
moverse por el planeta y acceder a todos sus rincones, unida a una demografía
exponencial, han llevado a la desaparición de todos los bosques primarios del
área templada (Norteamérica media, Europa media y meridional y Asia Media),
unido a la pérdida de las ¾ partes de los bosques tropicales (África central,
Sureste de Asia, América tropical) y más de la mitad de la taiga boreal (tercer asalto).
Hay casos particularmente sangrantes, donde las
pérdidas afectan a cerca del 90% o más (islas tan significativas como
Madagascar, Java, Sumatra o Nueva Zelanda).
En la Europa templada, en su mayoría de clima suave, se
observa bastante arbolado, aunque en forma de pequeños bosquetes, con
biodiversidad muy limitada y estructura deficiente (bosques secundarios).
Fig. 2
En la Europa seca, como la franja mediterránea, esos
bosquetes son mucho más laxos y pobres. Es el caso de nuestro país, donde vemos
masas forestales algo presentables en las montañas que rodean los valles de los
4 ríos principales (fig. 3).
Fig.
3
El paisaje normal que se ve desde el aire es: grandes
llanos completamente parcelados y humanizados (sin bosques, sin árboles, sin
un metro cuadrado público por donde pasear) y áreas de montaña menos
parceladas, menos humanizadas, con muchos sitios por donde pasear (al sol),
casi siempre desforestadas (fig. 4).
Fig. 4a: zona litoral, 4b: zona de montaña
En esta situación nos quedan dos opciones: observar
impasibles la llegada del cuarto y último asalto a los bosques del planeta o decidir
que lo más importante que tenemos que hacer en el resto de nuestras vidas
–aparte de atender a la familia, amistades y trabajo- sea comprometerse con
otros que compartan este sentimiento, para que esto no suceda.
No se necesita ser científico o botánico para ello. Yo
lo soy, pero no escribo este texto como científico sino humano que ama la
naturaleza, las plantas, los animales, las montañas, los bosques…; que valora la suerte
de vivir en un planeta rico en vida como éste como la mayor de las fortunas y que
deplora cada parcela de bosque o cada especie que se pierde como la peor de las
desgracias. Que asiste atónito al espectáculo diario de ver arrasar unos bienes
de valor incalculable y cuya pérdida es irreversible, a cambio de unas monedas
o simplemente porque estorban a unas personas que desean poner allí
plantaciones de soja, palma de aceite, rebaños de ganado, urbanizaciones, etc.
Hasta ahora veía esta situación y me lamentaba de ella,
pero pensaba que estábamos sometidos a inercias, desidias, intereses creados y
grupos muy poderosos que iban a hacer imposible invertir esta situación, por lo
que no veía la oportunidad ni utilidad de mover algo así.
Pero los datos que nos llegan día a día son tan
contundentes que creo que no es momento de pensar
si “podemos” o no, es momento de decidir que “debemos” hacer algo. Mientras, los medios de
comunicación se lamentan de un hipotético “cambio climático” y se dedican
inversiones multimillonarias para la “lucha” en su contra, al tiempo que
procuran sutilmente que todas las reivindicaciones medioambientales se concentren
en un concepto abstracto (clima), dependiente de factores que la humanidad no
controla (ciclos solares), dejando de lado las cuestiones concretas que afectan a su principal
problema: la pérdida de los bosques y la biodiversidad (son los bosques,
estúpido).
Para no quedarse en una mera crítica de la situación
actual, propongo unos principios de partida (que pueden ampliarse y matizarse
según propuestas posteriores de quienes deseen
participar) y unas propuestas
de acción conseguir que esos principios se respeten.
PRINCIPIOS
1. Lo más valioso de este planeta es la vida que alberga,
necesaria e insustituible.
2. De esa vida son los bosques su mejor expresión y la que
produce mayores riquezas y recursos.
3. Esos recursos son renovables, pero sólo si se aprovechan sin
destruir el bosque que los produce.
4. Muchos de los recursos que ofrecen son
cualitativos y tienen un altísimo valor aunque no se puedan pesar o
vender (limpieza del aire, captación y retención aguas, génesis de suelos,
etc.).
5. El valor de los bosques y de los árboles que los forman es
incalculable. Mayor que si fueran de oro.
Son imprescindibles para la vida (el oro
no), pero los arrancamos sin más, si alguien ofrece algo de dinero por sus
despojos o por ocupar su terreno.
Se les
trata como si fueran bienes superfluos (ej.: en caso de urbanizaciones),
objetos molestos (ej.: carreteras), un puñado de celulosa (papel)
o mero combustible (leña).
1. Urge
preparar un plan de recuperación de los bosques y ponerlo en práctica.
En nuestro
país no quedan bosques primarios.
Los
secundarios pueden ocupar cerca del 10%.
Los bosques
y bosquetes terciarios cerca del 25%.
Del resto
una parte son terrenos urbanos o agrícolas, pero la mayoría son terrenos
quemados, erosionados, desertificados
2. Hay que
revalorizar el concepto de bosque cabecero (zonas de montaña), esencial
para frenar la erosión y para asegurar la captación y adecuado encauzamiento de
las aguas.
3. Tanto la
ganadería como la megafauna herbívora debe estar sujeta a control para
evitar daños irreparables en los bosques y en los suelos, sobre todo en años de
sequía.
4. Es
necesaria una cultura del aprovechamiento racional de los recursos
renovables del bosque.
5. Son necesarias actuaciones urgentes en
zonas erosionadas o desertizadas
-
Señalar en mapa todos los terrenos erosionados o
desertificados.
-
Protegerlos de
toda agresión o extracción de recursos (ej.: pastoreo).
- Llevar a cabo actividades que tiendan a la
pronta recuperación de sus suelos.
6. Los Parques Naturales (nacionales,
regionales, comarcales, municipales) y las microrreservas son sistemas muy
eficaces para proteger la naturaleza. Deberían
quedar recogidas bajo estas figuras todas las zonas de montaña poco habitadas y
las áreas costeras más amenazadas.
Es más
práctico declarar muchos de tamaño mediano (como un municipio) que pocos muy
grandes.




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